Friday, March 23, 2007
Dans ma quête perpétuelle de petits bijoux de l'Histoire, je mets la main sur cette précieuse interview de Paquita Gorroño, Espagnole, exilée républicaine au Maroc, aujourd'hui âgée de 93 ans.
Elle fut secrétaire particulière de Hassan II.
Edifiant. Un vrai bijou. Archives de La Vanguardia.
"Las tropas franquistas del protectorado me rindieron honores junto a Mulay Hassan" Isabel Ramos Rioja - 24/04/2006 Enviada especial
http://www.lavanguardia.es/web/20060424/51253190443.html
Difícil será encontrar a alguien con un pedigrí tan republicano como Paquita Gorroño. "Mis abuelos, que todos murieron centenarios, ya estaban con la república en Cádiz", cuenta esta mujer indomable a sus 92 años, coja por una caída, sorda y que empieza a no ver bien pero con una cabeza de lo más lúcido. Vive humildemente en un piso del centro de Rabat de su pensión mínima marroquí, a pesar de haber llegado a ser secretaria de Mulay Hassan, que luego fue Hassan II. España le denegó un subsidio porque sus ingresos pasaban 9 pesetas anuales del límite estipulado. Ahora recibirá 140 euros cada tres meses.
- ¿Cómo llegó una republicana como usted al Marruecos del protectorado francés?
- Al acabar la guerra vino el exilio. Como hablaba un francés perfecto porque estudié en Francia e iba muy bien vestida cuando llegamos al campo de refugiados de Le Boulou se pensaron que era de la Cruz Roja. Estaba con mi madre y mi marido. Había colas para la policía. Me acerqué y vi que el refugiado y el policía no se entendían. Hice de intérprete, hasta que le pregunté: "Y de mí ¿no se ocupa?", porque no pensaba que era refugiada. Saber francés me salvó. "Mire, de aquí a Francia no sale nadie. Sólo a Argelia o Marruecos". Mi marido tenía un tío en Rabat. Y cuando estábamos preparando el viaje llega un telegrama: "Tío ha muerto". "Uy, que bien - dijo el policía-, así hacemos como que van al entierro".
- ¿Tuvieron problemas al principio?
- Éramos los únicos refugiados que llegamos entonces. Sólo los francmasones nos ayudaron a tener el permiso de trabajo. Fue lo único que nos dieron los franceses. Mi marido era especialista de los motores diésel, de los aviones, en Getafe. Aquí trabajaba con unos camiones viejos. Y yo, como no tenía otra cosa, de niñera. Encontraba un trabajo muy bueno, porque tenía capacidad, y luego me rechazaban: "Ah, extranjera", decían.
- Pero llegó a palacio.
- Un día vi un anuncio, que necesitaban una secretaria que hablara francés y que conociera la literatura francesa. Llego a la casa y le digo al señor: "Mire usted, antes de examinarme quiero que sepa que soy española y refugiada, porque estoy cansada de hacer exámenes y...". "A mí eso no me interesa; me interesa su trabajo", dijo. Y empecé a trabajar con él. Pero era poco sueldo; él no podía darme más. Se enteró de una ocasión y me consiguió un puesto de secretaria en ¡el colegio imperial!
- ¿Así conoció a Hassan?
- Y conocí a Mohamed V, el sultán. Un día estoy escribiendo a máquina y me dicen que vaya al economato, a ver qué necesitan. Había que atravesar el jardín. Salgo y, al volver, me veo a un moro que traía una chiquilla. Preciosa. Con un pelo rizado, unos ojazos. "¡Uy, qué niña tan preciosa!", y le di un beso en la frente. Apenas me siento, llaman a la puerta. El director se pone de pie y dice: "Majesté...". Y pensé que había metido la pata. Le dije: "Perdone usted; no le he reconocido". "No, ha sido muy agradable, una cosa muy simpática", me contestó.
- ¿Y al príncipe?
- En el colegio imperial, que ahora se llama real, había 8 alumnos para Mulay Hassan y otros 8 para Mulay Abdallah. Yo tenía que preparar todo el trabajo. Y el príncipe, cuando tenía 14 o 15 años y hacía fiestas con sus amigos, me decía: "Madame Gorroño, ¿quiere usted hacerme las invitaciones?".
- ¿Se trabajaba bien en palacio?
- En el colegio estaba encantada pero los franceses, porque eran ellos los que pagaban, no me daban ni un céntimo los meses de vacaciones. Así que, cuando encontré una buena plaza, pedí permiso y me marché a una compañía de seguros. Enviaron a Mohamed V al exilio y un día, en el trabajo, todo el mundo salió. Un jefe me preguntó si no bajaba a ver. "¿A ver qué?", pregunté. "Al sultán, que pasa". Era Arafa, el sultán que habían puesto los franceses. Dije que el único sultán que conocía era Mohamed V; yo defendía la ley.
- ¡Una republicana defendiendo a un rey!
- Luego vino la independencia y el príncipe se acordó de mí porque necesitaba a alguien que supiera español. Necesitaba ir a Tetuán para organizar la unificación de la zona española y la francesa del protectorado. ¿Le interesa lo que le cuento?
- Claro que sí.
- ¡Pues aún no he llegado ni a la mitad! ¿Y si nos tomásemos un wisky o un Martini? [ Son las 11.30 horas.] Es todo lo que tengo.
- No, gracias.
- ¿Nadie quiere? Peor para vosotros. [ Ella tampoco toma nada.] Fui por hacer un favor al príncipe, porque ya tenía trabajo. Le dije: "Mire, que soy republicana y vamos a zona franquista". "No se preocupe. Usted viene conmigo y no hay problema", contestó. Antes de bajar del avión me dijo que no me separara de él. Estaba la alfombra roja, con todas las tropas, y él y yo pasando revista. No sabía si reírme o llorar. Reírme por lo explosivo que era que estuvieran rindiéndome honores a mí, que era refugiada antifranquista, y pena porque vi a los soldados, con las alpargatas, que daba pena verlos, mientras que los franceses tenían unas botas estupendas. El príncipe sabía que era muy buena en francés pero en español no sabía cómo era. Para comprobarlo acabó examinándome ¡el jefe del Movimiento en el norte! Estuve haciendo de enlace con todo el ejército entre España y Marruecos. Después de tanto trabajar con los oficiales, que resultaron ser monárquicos, sentían simpatía por mí.
- ¿Vivió la represión del Rif?
- Estuve en Tetuán, instalada en una villa. Lo que pasó en la zona yo no lo sé, porque no vi ni un herido ni nada.
- Los rifeños no lo olvidan.
- Yo te puedo contar de Mulay Hassan cosas buenas. Detalles que tuvo conmigo. Un día íbamos a París y, en el avión, me hizo pasar a la cabina para que viera Madrid. Había dado orden al piloto de que bajase lo más posible y diese una vuelta para que yo viese Madrid. Entonces no dije nada pero luego le agradecí lo que había hecho. Su respuesta fue: "Madame Gorroño, yo también he sido exiliado".
Elle fut secrétaire particulière de Hassan II.
Edifiant. Un vrai bijou. Archives de La Vanguardia.
"Las tropas franquistas del protectorado me rindieron honores junto a Mulay Hassan" Isabel Ramos Rioja - 24/04/2006 Enviada especial
http://www.lavanguardia.es/web/20060424/51253190443.html
Difícil será encontrar a alguien con un pedigrí tan republicano como Paquita Gorroño. "Mis abuelos, que todos murieron centenarios, ya estaban con la república en Cádiz", cuenta esta mujer indomable a sus 92 años, coja por una caída, sorda y que empieza a no ver bien pero con una cabeza de lo más lúcido. Vive humildemente en un piso del centro de Rabat de su pensión mínima marroquí, a pesar de haber llegado a ser secretaria de Mulay Hassan, que luego fue Hassan II. España le denegó un subsidio porque sus ingresos pasaban 9 pesetas anuales del límite estipulado. Ahora recibirá 140 euros cada tres meses.
- ¿Cómo llegó una republicana como usted al Marruecos del protectorado francés?
- Al acabar la guerra vino el exilio. Como hablaba un francés perfecto porque estudié en Francia e iba muy bien vestida cuando llegamos al campo de refugiados de Le Boulou se pensaron que era de la Cruz Roja. Estaba con mi madre y mi marido. Había colas para la policía. Me acerqué y vi que el refugiado y el policía no se entendían. Hice de intérprete, hasta que le pregunté: "Y de mí ¿no se ocupa?", porque no pensaba que era refugiada. Saber francés me salvó. "Mire, de aquí a Francia no sale nadie. Sólo a Argelia o Marruecos". Mi marido tenía un tío en Rabat. Y cuando estábamos preparando el viaje llega un telegrama: "Tío ha muerto". "Uy, que bien - dijo el policía-, así hacemos como que van al entierro".
- ¿Tuvieron problemas al principio?
- Éramos los únicos refugiados que llegamos entonces. Sólo los francmasones nos ayudaron a tener el permiso de trabajo. Fue lo único que nos dieron los franceses. Mi marido era especialista de los motores diésel, de los aviones, en Getafe. Aquí trabajaba con unos camiones viejos. Y yo, como no tenía otra cosa, de niñera. Encontraba un trabajo muy bueno, porque tenía capacidad, y luego me rechazaban: "Ah, extranjera", decían.
- Pero llegó a palacio.
- Un día vi un anuncio, que necesitaban una secretaria que hablara francés y que conociera la literatura francesa. Llego a la casa y le digo al señor: "Mire usted, antes de examinarme quiero que sepa que soy española y refugiada, porque estoy cansada de hacer exámenes y...". "A mí eso no me interesa; me interesa su trabajo", dijo. Y empecé a trabajar con él. Pero era poco sueldo; él no podía darme más. Se enteró de una ocasión y me consiguió un puesto de secretaria en ¡el colegio imperial!
- ¿Así conoció a Hassan?
- Y conocí a Mohamed V, el sultán. Un día estoy escribiendo a máquina y me dicen que vaya al economato, a ver qué necesitan. Había que atravesar el jardín. Salgo y, al volver, me veo a un moro que traía una chiquilla. Preciosa. Con un pelo rizado, unos ojazos. "¡Uy, qué niña tan preciosa!", y le di un beso en la frente. Apenas me siento, llaman a la puerta. El director se pone de pie y dice: "Majesté...". Y pensé que había metido la pata. Le dije: "Perdone usted; no le he reconocido". "No, ha sido muy agradable, una cosa muy simpática", me contestó.
- ¿Y al príncipe?
- En el colegio imperial, que ahora se llama real, había 8 alumnos para Mulay Hassan y otros 8 para Mulay Abdallah. Yo tenía que preparar todo el trabajo. Y el príncipe, cuando tenía 14 o 15 años y hacía fiestas con sus amigos, me decía: "Madame Gorroño, ¿quiere usted hacerme las invitaciones?".
- ¿Se trabajaba bien en palacio?
- En el colegio estaba encantada pero los franceses, porque eran ellos los que pagaban, no me daban ni un céntimo los meses de vacaciones. Así que, cuando encontré una buena plaza, pedí permiso y me marché a una compañía de seguros. Enviaron a Mohamed V al exilio y un día, en el trabajo, todo el mundo salió. Un jefe me preguntó si no bajaba a ver. "¿A ver qué?", pregunté. "Al sultán, que pasa". Era Arafa, el sultán que habían puesto los franceses. Dije que el único sultán que conocía era Mohamed V; yo defendía la ley.
- ¡Una republicana defendiendo a un rey!
- Luego vino la independencia y el príncipe se acordó de mí porque necesitaba a alguien que supiera español. Necesitaba ir a Tetuán para organizar la unificación de la zona española y la francesa del protectorado. ¿Le interesa lo que le cuento?
- Claro que sí.
- ¡Pues aún no he llegado ni a la mitad! ¿Y si nos tomásemos un wisky o un Martini? [ Son las 11.30 horas.] Es todo lo que tengo.
- No, gracias.
- ¿Nadie quiere? Peor para vosotros. [ Ella tampoco toma nada.] Fui por hacer un favor al príncipe, porque ya tenía trabajo. Le dije: "Mire, que soy republicana y vamos a zona franquista". "No se preocupe. Usted viene conmigo y no hay problema", contestó. Antes de bajar del avión me dijo que no me separara de él. Estaba la alfombra roja, con todas las tropas, y él y yo pasando revista. No sabía si reírme o llorar. Reírme por lo explosivo que era que estuvieran rindiéndome honores a mí, que era refugiada antifranquista, y pena porque vi a los soldados, con las alpargatas, que daba pena verlos, mientras que los franceses tenían unas botas estupendas. El príncipe sabía que era muy buena en francés pero en español no sabía cómo era. Para comprobarlo acabó examinándome ¡el jefe del Movimiento en el norte! Estuve haciendo de enlace con todo el ejército entre España y Marruecos. Después de tanto trabajar con los oficiales, que resultaron ser monárquicos, sentían simpatía por mí.
- ¿Vivió la represión del Rif?
- Estuve en Tetuán, instalada en una villa. Lo que pasó en la zona yo no lo sé, porque no vi ni un herido ni nada.
- Los rifeños no lo olvidan.
- Yo te puedo contar de Mulay Hassan cosas buenas. Detalles que tuvo conmigo. Un día íbamos a París y, en el avión, me hizo pasar a la cabina para que viera Madrid. Había dado orden al piloto de que bajase lo más posible y diese una vuelta para que yo viese Madrid. Entonces no dije nada pero luego le agradecí lo que había hecho. Su respuesta fue: "Madame Gorroño, yo también he sido exiliado".